Sabía que me estaba ahogando, porque volví a respirar. Cogí aire, sin pensar. Lo cogí todo e inflé mis pulmones como si fueran dos enormes globos de feria. Y me dejé volar. Y llevar. Puse el contador a cero, borré los kilómetros que había corrido hacia detrás. Salté en el aire, me di la vuelta y empecé a recordar.
Pensé en mi con tanto vértigo como sueño hay bajo mis pestañas cada vez que un nuevo día va a empezar. Con tanto impulso cogí el vuelo, que me lo llevé todo conmigo. Las palabras, los silencios, los motivos, los gritos… y el frío. Para poder acurrucarme allí donde llegue y tenga siempre recursos en el juego de las prendas. Y así no perder jamás, ni tener que llegarme a desnudar.
Define vértigo.
A mí me da por inventarme todo para que no tenga sentido. Querer no es poder. Querer es hacer. Y las sensaciones son casi lo mismo que una actitud. Piénsalo. Yo ya no sé si siento o si soy. O si las dos cosas. Porque crear no significa creer, pero hago porque creo. Lo que siento. ¿No es acaso lo que soy? Vértigo.
Es una sensación que desordena todas las vocales y te obliga a seguir uniendo sílabas sin colocarlas bien. Tú ya sabes. Tu subconsciente podría leer este texto con cada vocal del revés. Solo que más despacio. Y para qué correr. Y porqué ordenarlo. Al final lo harás como, puedas. Y sentir… sentirás que estás improvisando.
Yo no sé porqué me acostumbré a escribir con la derecha si a mi lo que me sale es ponerlo todo del revés. De la otra manera. Me empeño en dar la vuelta a monedas de una sola cara y a sacársela a quien de por sí solo, ya se sabe defender. No sé tampoco si hay dos formas de hacer las cosas. Si hay una larga y otra corta, si en fácil o en difícil pueden caber todas las demás. Ni entiendo porque lo contrario es peor. Yo escojo donde nace lo raro y como se muere para ser común. No sé qué es vértigo. No sé qué es lo normal. Pero quiero que lo más bonito del mundo, me lo siga pareciendo siempre.
